Una noche casi fría a cazar liebres salieron,
escopeta, chucherías,cargaron a un Rastrojero.
Un mozo que tiraría las muchachas conchabaron
pues, hace falta vaquía para estos casos, paisano.
La Mayor lo conducía y con ella iban los changos,
para el campo enfilarían y comenzó a darle al mango.
Al llegar frente a un potrero entraron a iluminar,
La menor caló un sombrero y el muchacho ¡a tirotear!
A la primera le erró pues, La Menor medio bizca,
el reflector retiró porque la perdió de vista.
Las muchachas lamentaban al mirar que en cuatro patas
la carne se disparaba a los saltos entre las matas.
Pero siguieron camino sin perder las esperanzas,
después la segunda vino,la mataron sin tardanza.
La revoleó a la cuneta este mozo tan baqueano,
y sin soltar la escopeta a la moza gritó ¡Vamos!
Los changos se desbocaban por los vidrios del rodado,
cada tiro festejaban, miraban por el costado.
Después siguieron saliendo y tirando sin errar
de diez tiros- no le miento- nueve lograron cazar.
Se metieron por atajos medio malos de cruzar,
no podían recular porque se irían abajo
y al salir al descampao una luz vieron de frente
un vecino retrasao venía trayendo gente.
Para el pueblo ya enfilaron aunque seguían cazando,
los gurises se enroscaron y al rato estaban roncando.
Pararon el Rastrojero debajo’ e la gravilea
junto al ranchito de alero, y comenzó la pelea:
¡Vos, los gurises bajate, las piezas bajaré yo!
Y La Menora enfiló como a preparar el mate.
Pero la vuelta pegó al escuchar el silbido
¡El trabajo no acabó! dijo el mozo, decidido.
Dejá para luego el mate cuando estemos aliviados
no es cuestión de estar sentados ni de tirarse en el catre.
Y a la hora de cuerear La Mayor se descompuso
dijo que iba a vomitar -era una excusa que puso-
Eran todas liebres madres y algunos pocos liebrones
esto es muy triste- compadre- dejar solos los pichones.
El cuero le agujereaban por el lomo sin tardanza,
los extremos tironeaban, la partían por la panza.
Y las iban apilando en la fuente anaranjada,
el montón se iba agrandando con piezas ensangrentadas;
y de adentro se sentía como arqueaba La Mayor,
daba vueltas… escupía… sin alivio a su dolor.
Tipo dos de la mañana de enfaenarlas terminaron
y contando las hazañas al mate se dedicaron.
Y al otro día temprano a repartirlas salieron
llevaron a los paisanos que favores les hicieron.
Los cueros y el triperío en una bolsa pusieron
pa’ tirarle al perrerío cimarrón de los potreros.
Después quedó el comentario y la carne en la ganchera,
aunque es muy magro el salario la crisis es llevadera.
Aprenda de ellas, paisano: no se queje de los tiempos,
a la escopeta eche mano y los bichos a los tientos.
2 comentarios:
jajajajajajaj que noche aquella !!!!
Debés recordar estas vivencias. ¡Vivir para contarlas!
Te dormías a mi lado. Vos y Lucas.
Hace apenas más de veinte años.
Publicar un comentario