domingo, 27 de abril de 2008

PRESENTACIÓN

Éranse dos paisanitas hermanas de nacimiento,
juntas en todo momento como yunta’e tortolitas.
La una era La Mayora, retacona y petisita,
la otra, La Menorcita, altiva, flaca y cantora.
En su juventud estudiaron juiciosas y seriecitas
y después se diplomaron, abnegadas maestritas.
Ya las divisaba usted calzando una alpargatita,
y estampada pollerita, pelo recién destrenzao,
dirigirse en un momento como alma que lleva el viento
hacia un establecimiento porque el Consejo ha ordenao.
Las caritas llena’e risa, ojitos negros, rasgaos,
andar grácil y de prisa cual cervatillo espantao.
A veces contaban cuentos y otras veces recitaban,
de tarde en tarde payaban concertando algún encuentro.
Y al ocurrir ese evento, el paisanaje acudía
éstos, tortilla traían, aquellos cualquier invento
que les surgía al momento pa’acercarse a mosquetear.
Cuando no planificaban estaban improvisando,
de su memoria, arrancando esos versos que cantaban
mientras les iban brotando con sutil inspiración.
Ya las podía usted ver dirigirse en bicicleta
pa’reuniones atender ¡si parecían atletas!
Varias leguas cabalgaban en dos pingos redomones,
en ancas nadie llevaban, pues quedaban sin pulmones,
sin cámaras ni cubiertas, agotadas, terminadas,
con las aletas abiertas de la nariz resollaban.
La Mayora era casada dos gurisitos crió,
la menorcita, soltera por un tiempo se quedó.
Era la florcita’el pago quién no quería arrimarse,
con artimañas de mago a su palenque, a rascarse.
Y así he presentado ya a estas humildes criollitas,
de profesión maestritas, payadoras sin igual.
Haciendo dedo: doctoras, diligentes, bien mandadas,
hábiles compositoras, políticas afanadas,
que de tanto hacer historia y darse a la guitarreada,
creyeron recoger gloria y les salió esta pavada.