miércoles, 23 de julio de 2008

LA LUCHA POR EL SALARIO

Eran tiempos de campañas, campañas electorales
y para colmo de males, La Mayor, como su hermana,
la llevaba en las entrañas, a la política –digo-
como buena gremialista defendía los salarios,
daba nombres de las listas, increpaba al adversario.
Y así fue, que haciendo dedo un auto se aproximó
ya a levantarla paró y empezó como en un juego,
que las maestras son vagas, que los alumnos se atrasan,
¡Pucha! con la dirigencia, hablan mucho y no hacen nada.
En la llaga le metieron el dedo con ese tema
y como cosa que quema le dijo al hombre embustero:
¡Oiga amigo, no se meta si del tema no conoce
porque no es como usted piensa el problema'e la docencia!
Y así palabras que iban garrotazos que venían,
otras maestras callaban y sólo ella discutía.
De uno a otro momento el aire se puso tenso
como un pedazo de lienzo que fuera a cortar el viento.
-Usted no piensa, ¡la pucha! como enseñan los docentes,
con qué grandes sacrificios sus vocaciones se enfrentan,
y por un triste salario están formando a sus hijos
para que sean decentes,-poniendo énfasis le dijo-
sea un poco solidario y apoye al gremio en su lucha.
Y el tipo –mal educao- mandóla bajar del auto;
ella arrojóse de un salto y unas frescas le gritó,
levantó una mano en alto y un portazo le pegó.
-Con necios no viajo yo- agregó muy altanera,
acomodó su cartera y la puerta le pateó,
a las puteadas salió y sola, cambió de tema.
Pues ahí no más como tiro que mandara Dios del cielo,
puso a funcionar el dedo y aquí llegó en un suspiro.

LA CRISIS Y EL AGUINALDO

Eran tiempos de Alfonsín cuando la crisis más dura,
sin harina y levadura el mes tocaba su fin
cuando una esperada tarde el aguinaldo llegó,
sin hacer ningún alarde lo recibieron las dos.
Bicis prestadas pidieron pa disponerse a cobrar
veinte leguas pedalearon pa’ llegar a la ciudad.
Frente al Banco ellas se apearon y desdoblando el papel
se metieron, olfatearon,mirando a éste y a aquél.
Parecían desconfiadas y sin sacarse el anteojo,
escudriñaban de reojo a la gente amontonada.
Sendos cheques ya firmaron y se acercaron despacio,
ya la caja apuntalaron -había muy poco espacio-.
Ya las llamaron por nombre, las hicieron acercar,
se hicieron al lao los hombres pa’ dejarlas arrimar.
Salieron no muy contentas aunque un tanto alivianadas,
las tensiones aflojadas ya pasado aquel momento.
Montaron las bicicletas y empezaron a contar,
¡larga les quedó la geta! ¿pa’ qué les iba a alcanzar?
Para zapatillas, no, seguirían en chancletas,
¡ni pensar en bicicletas! y las apretó el dolor.
Una se compró un pan dulce, la otra un pequeño bolsón,
se les prendieron las luces al frente de un bolichón.
Y desdoblando los vueltos ya se volvieron a apear,
el corazón les dio un vuelco cuando entraron a observar.
¡Mirá aquellas empanadas! ¡Fijate en aquel pastel!
Para mucho no alcanzaba pero ¿qué se le iba a hacer?
Pidieron una cerveza y una picada también,
ya pidieron otra vuelta y una tercera después.
Y casi sin darse cuenta se pusieron a payar,
se olvidaron de las cuentas que tenían que pagar.
Los versos ya se elevaban, ya soltaban las risadas,
la gente se amontonaba oyendo tanta gansada.
Después calzaron el lente y le pagaron al chango,
saludaron a la gente y se fueron sin un mango.
Y ahora suelen recordar entre coplas aquel día,
cuando la crisis ardía más no las hizo llorar.